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El fichaje de Lewis Hamilton por Ferrari ha sido algo inesperado, sorprendente, asombroso, y me quedo corto en calificativos.

Febrero ha sido un mes muy intenso en todos los sentidos. Año bisiesto, este 2024 ha empezado fuerte como fuente de noticias. Y Ferrari, la mítica marca italiana de coches deportivos, el único equipo que ha participado en todos los campeonatos de Fórmula 1 desde que esta categoría se fundó en 1950, ha sido el gran protagonista de este trepidante mes.

El fichaje de Lewis Hamilton por Ferrari para competir con la Scuderia a partir de 2025 es quizá una de las revelaciones más importantes de la F1 de los últimos tiempos. Algo inesperado, sorprendente, asombroso, y me quedo corto en calificativos, que ha trastocado todo el panorama de la Fórmula 1. Una parrilla en la que ahora se prevén nuevos movimientos. Lógicamente, conocer el destino de Carlos Sainz de cara a 2025 y años venideros es sin duda la cuestión clave del momento, puesto que es el primer damnificado de este inesperado fichaje.

Y no nos olvidamos de Fernando Alonso. El asturiano podría ser el elegido por Mercedes para sustituir a Hamilton. Toto Wolff le pagaría con la misma moneda al británico, sustituyéndole por otro mito de la F1. ¿Y si fuera Sainz quien recalara en el equipo de la estrella? ¿Recibirán Alonso y Sainz una oferta de Red Bull? ¿Se irá Sainz ya a Sauber como adelanto de su posible fichaje por Audi en 2026? Las incógnitas que ha dejado este terremoto en la Fórmula 1 son infinitas.

Lo de Hamilton nadie se lo esperaba, y para los ferraristas es una especie de infidelidad, de traición. Recordemos que el británico ha sido durante años el principal rival de la Scuderia, puesto que, por ejemplo, fue quien arrebató, en el último segundo, el título a Felipe Massa en 2008. Un Mundial de infausto recuerdo por el “Crashgate” de Singapur y ese final con el padre de Massa celebrando el título a falta de una curva. En ese momento, Lewis adelantó a Timo Glock y obtuvo los puntos necesarios para hacerse con el campeonato al acabar quinto, pese a que Felipe ganaba la carrera.

Los aficionados a la F1 sabemos que esta categoría no es un juego de niños. Equipos y pilotos toman decisiones que van más allá de lo que dicta el corazón de sus fans. Protegen y priorizan sus intereses. Y así tiene que ser, porque si por nosotros fuera apenas habría movimientos una vez que colocáramos a nuestros pilotos favoritos en nuestros equipos predilectos. Eso sí, la llegada tardía de Lewis a Ferrari (el 7 de enero de 2025 cumplirá 40 años) se percibe más como una operación de marketing de la marca italiana que un deseo de que el británico consiga su octavo título mundial (superando entonces a Michael Schumacher, que es el referente de los tifosi).

Ferrari ha sido quien ha marcado el paso mediáticamente en febrero. Además de lo de Hamilton, se estrenó en cines de toda España “Ferrari”, la nueva película sobre la vida del fundador de la Scuderia Ferrari y la famosa marca de automóviles, Enzo Ferrari. Protagonizada por Adam Driver y Penélope Cruz y dirigida por el reputado estadounidense Michael Mann, este filme se centra en lo acontecido en la Scuderia en el año 1957.

Fue un año muy intenso aquel, puesto que fue cuando se produjo el accidente mortal de Alfonso de Portago en la Mille Miglia (perdón por el spoiler, pero es la historia). Una película que refleja el ambiente de la fábrica Ferrari, el temperamento de Enzo (Adam Driver) y su relación con su esposa, Laura (Penélope Cruz), y con Lina Lardi, la madre de su hijo fuera del matrimonio (Piero Lardi, después reconocido como Piero Ferrari).

“Ferrari” es una película bien ambientada, sin apenas errores de bulto, amena y que seguro que gustará a todos. No es un documental, sino que es un producto que entretiene, que nos introduce en una época mítica del automovilismo y que, por si fuera poco, tiene varios guiños simpáticos. Uno de ellos es que Patrick Dempsey, un actor apasionado de las carreras, que ha competido en las 24 Horas de Le Mans, haga el papel del piloto italiano Piero Taruffi, o que Marc Gené aparezca, de forma fugaz, como un probador de Ferrari.

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